Por Carlos A. Villalba *

    Desde el llano, y multiacusada por actos de corrupción durante esa gestión, eligió el camino menos lineal para construir el espacio político multisectorial que terminó derrotando, en tiempo récord, al peor gobierno de la Argentina constitucional.

    Arrancó en aquel anochecer de una Plaza de Mayo repleta cuando, en lugar de despedirse, construyó el piso en el que apoyó la reconstrucción del espacio de las mayorías nacionales; meses después, definió la estrategia en una mañana de lluvia otoñal ante los Tribunales de Comodoro Py rodeada de las columnas nutridas que la acompañaron a su primera comparecencia judicial.

    La única escala con “lógica partidaria” que se permitió fue la irrupción de su Unidad Ciudadana, con la que logró imponer su candidatura a senadora nacional, sin preocuparse por abandonar la sigla del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires.

    Un año después volvió a aquella ruta mucho menos formal desde la plataforma de lanzamiento de la presentación de su “Sinceramente” en la Feria del Libro de la Ciudad de Buenos Aires; cuajó la decisión de darle el centro del escenario electoral a Alberto Fernández y el armado de un Frente de Todos al que logró transferirle el 100% de sus votos en el triunfo ante el oficialismo del PRO, la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica y las decenas de miles de millones de dólares del FMI invertidos en sostener un “dólar electoral” que terminó de hundir el barco de la economía argentina.

    El lunes 2 de diciembre terminó el periplo, lo hizo en el mismo edificio en el que había empezado todo, con una de las declaraciones judiciales más duras de la historia nacional. Entre las 9 y 50 y las 13 y 40 dio una clase magistral sobre la “guerra jurídica” (lawfare) a la que es sometida la dirigencia latinoamericana que se opone a los designios de las corporaciones económicas.

    Explicó la maniobra del gobierno saliente dedicada a “condenar el gobierno de Néstor Kirchner y traer de vuelta al Fondo Monetario Internacional” para “robarse todo, mientras endeudaban al país”. Dio precisiones acerca de la maniobra organizada contra ella y muchos de sus colaboradores por la “mesa judicial” del Poder Ejecutivo que “hasta decidía quién iba preso, quién no iba preso, qué empresario había que apretar para sacarle la empresa”.

    Sentenció que “todo este plan fue ideado para una feroz e inédita persecución”, con el apoyo de “la Oficina Anticorrupción y la UIF (Unidad de Información Financiera) para impulsar las causas judiciales” y se despidió del tribunal enrostrándole que “Preguntas van a tener que responder ustedes, no yo”.

    Solo restan las juras, de Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta y de Alberto Fernández como mandatario, y el baño de multitudes compartido, en el Congreso, la Avenida de Mayo y la Plaza de todos los festejos del peronismo y de todas las protestas y las luchas que, también, encabezó ese movimiento a lo largo de una historia de resistencias, denuncias y sacrificios durante más de 60 años.

    Después será el tiempo de Alberto Ángel Fernández, el abogado y profesor universitario de 60 años, que gobernará un país que tiene un Ejecutivo tan unipersonal como hiperpresidencialista, acompañado de representantes de todos los actores que contribuyeron a la derrota del gobierno que más daño hizo en menos tiempo en la Argentina posdictatorial.

    Gravedad y futuro

    El guión que le armaron a Mauricio Macri para intentar replicar el sábado 7 aquella “despedida de Cristina” del 9 de diciembre de 2015, al igual que el paraíso sucesorio que describió la derrotada gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, en el que mintió sobre el destino del endeudamiento externo de su distrito, no pueden disimular la tierra arrasada en que convirtieron al país los cuatro años de Cambiemos.

    No hay dibujo posible que permita tapar el bosque siniestro de desempleo, retroceso del salario real, jubilaciones y pensiones, crecimiento de la pobreza a más del 40% con una indigencia cercana al 9%, lo que implica un total aproximado de 18 millones de personas; inflación del 60% anual, una deuda pública tan impagable como condicionante del futuro económico del país; caída del PBI superior al 10% entre 2016 y 2019, y de 3 puntos solo en el año en curso, junto a una desindustrialización galopante y pérdida alarmante del valor patrimonial de las empresas.

    Ese es el escenario del presente y no otro, ni el de los “vetos” o las imposiciones ni el de las peleas internas en el Frente de Todxs, un espacio tan amplio que difícilmente pudiera no tener contradicciones, tanto en el armado de las listas en su momento, como en el gabinete nacional en el presente de este largo “interregno” que ya termina.

    Ante esa estructura económica determinante, Fernández, el Presidente, decidió alistar a sus bomberos para apagar los fuegos más dolorosos del hambre, la enfermedad, el frío…; a sus constructores de espacios económicos cercanos a quienes padecen más necesidades y, también, a los ingenieros de las grandes construcciones macroeconómicas que necesita una economía devastada. En el armado de esa tropa intervinieron todos, y todas, y se usaron criterios de selección técnicos, territoriales, de confianza, partidarios, sectoriales, intentando incluso respetar los principios de paridad de género de los que la Argentina es orgullosa abanderada.

    Lo que suceda en los próximos cuatro años que duran los mandatos presidenciales desde que Carlos Menem y Raúl Alfonsín transaron el recorte de dos años y la posibilidad de una reelección, que Macri desperdició, será vital para argentinas y argentinos y decisivo para que este inminente gobierno de transición sea plebiscitado por el voto con la extensión por otro período o con su retiro de la Casa Rosada.

    Quienes ya sacan punta a los lápices que dibujan los escenarios de futuras desestabilizaciones no tienen en cuenta una situación obvia: el fracaso de Fernández sería el fracaso de Fernández e implicaría la destrucción de una fuerza legislativa alcanzada, vale decirlo, en base a los votos que decidieron cuántos senadores y diputados tiene cada sector.

    Ese daño convertiría a esa herramienta poco menos que “maléfica” en una cáscara vacía, dentro de espacios que acostumbran desgranarse en cuanto los rayos de nuevos soles iluminan el palacio de la avenida Entre Ríos, y hasta podría llevarse puesto el, hoy, futuro promisorio de las flamantes estrellas jóvenes del firmamento peronista: Alberto Massa, Máximo Kirchner y Alex Kicillof.

    En las últimas jornadas la disección de los mínimos gestos de Cristina Kirchner ocupa espacios cada vez más amplios en los productos de las corporaciones mediáticas. Una de esas notas dio en el clavo, pero enterrando la cabeza en la pared. “El síndrome de Cristina”, con el que Eduardo Van der Kooy, una de las plumas más influyentes de Clarín, alude a la nueva vicepresidenta por “haber recuperado una libido de poder”, algo que deberá administrar “sin padecer las abstinencias, para evitar entrar en colisión, en algún momento, con Alberto”.

    En realidad el uso de la jerga “psi” fuera de contexto, pareciera aludir a sí mismo, si se atiende a que cinco días después de esa nota volvió a la carga para dedicarse a tergiversar la situación judicial de la ex mandataria y afirmar que su “personalidad indomable”, “Careció y parece seguir careciendo de algún factor inhibitorio”.

    Muchos periodistas de esa empresa se sorprendieron durante la noche del 11 de agosto en que las internas ya empujaron a Alberto Fernández, de manera informal, hasta la Presidencia de la Nación, cuando Héctor Magnetto, el capo del grupo de medios más importantes de la Argentina, una de las corporaciones más beneficiadas durante la gestión Macri, les sonrió con la ironía de un “ustedes perdieron, yo no…” Aludiendo a los “manuales de estilo” del periodismo, tardó poco en bajar la instrucción de brindarle un “trato presidencial” a quien sería el próximo jefe del mismo Estado del que tanto se benefició la corporación.

    Sin embargo, y tal vez porque una cosa sean los generales y otra los coroneles, la misma pluma obsesionada con las lecturas psicológicas no se privó en la jornada de este miércoles 4 de afirmar que la “futura misión (del mandatario electo), producto del acuerdo por el cual resultó ungido candidato a presidente, consistirá en liberar a la mujer y sus hijos de las amenazas de la Justicia en causas de corrupción”, en alusión a Cristina, Máximo y Florencia Kirchner.

    Por encima del desatino de considerar que la construcción de un espacio multisectorial y multipartidario como pocas veces se logró en el país, respaldado por el pronunciamiento popular de millones de votos, constituye una mera herramienta de operación “judicial”, el “análisis” vuelve a ignorar la gravedad de la situación de esta Argentina que deja Macri. Por otra parte, la misma que, en su contracara, ya muestra al inminente ex mandatario contra las cuerdas de 144 denuncias en su contra, según el registro de sorteos de causas de Comodoro Py hasta el pasado 21 de noviembre.

    El estudio “Landaburu, Feder, Carrió, Mayer & Rosental” y el bufete de Alejandro Pérez Chada, abogado personal de Macri, ya tamizan las causas abiertas, descartan algunas, sopesan riesgos y trazan estrategias defensivas. Saben que las carpetas rotuladas como Correo, Peajes, Autopistas del Sol, Macri Air, Panamá Papers, Parques Eólicos y Lavado de Activos, que totalizan negociados por unos $12.000 millones, son las más “picantes”.

    La mayoría de ellas presentan el talón de Aquiles de un gobierno de gerentes o accionistas de corporaciones que, convertidos en funcionarios, atendieron desde los dos lados del mostrador, y pueden llevar a su cliente a pasear por los mismos pasillos que gastan ahora Cristina Kirchner y distintos funcionarios de su administración.

    Actuar con impunidad y creerse inmune y a resguardo del paso del tiempo, parece tan necio como sería sentarse sobre un triunfo electoral sin intentar encaminar la nave hacia un desarrollo con producción e inclusión y sin observar las respuestas de los pueblos vecinos a los que los ajustan al compás de la batuta del Norte, casi tan absurdo como no comprender lo ya dicho… el fracaso de Fernández sería el fracaso de Fernández.

     

    (*) Periodista y Psicólogo argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la/). Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar)
    Columnista de chacodiapordia.com

    Share.