Inesperados obstáculos sobre la hora al pacto con el FMI

Como nunca hasta ahora, en la soledad de su aislamiento preventivo en Olivos, Alberto Fernández coquetea con la alternativa de demorar el pago del próximo vencimiento con el Fondo Monetario para intentar forzar un vuelco en el último tramo de la negociación. Es una cuota de capital que vence el viernes próximo por U$S 725 millones y una de intereses por otros U$S 141 millones que debería cubrirse el martes siguiente, primer día de febrero.

Por Alejandro Bercovich

La discusión hierve en la mesa chica presidencial y al interior del equipo económico, donde algunos roles cambiaron con el giro del calendario. A 50 días de los vencimientos de marzo, para los cuales las reservas netas del Banco Central ya no alcanzan, en los tres campamentos del oficialismo coinciden en que las tratativas están empantanadas por el endurecimiento del Fondo.

Aunque la situación puede variar en cuestión de horas, las condiciones que exige Washington para refinanciar la deuda que dejó como herencia Mauricio Macri son inaceptables para el Frente de Todos.

El sapo más difícil de tragar para el oficialismo no es el sendero de ajuste fiscal que exige el staff del FMI – una reducción del déficit del 1% del PBI anual en vez del 0,7% que propone el Ministerio de Economía – sino el mecanismo de “enforcement” (aplicación) de las condiciones que se vayan a fijar en el Acuerdo de Facilidades Extendidas (EFF) a diez años.
Lo que funcionarios del Tesoro estadounidense le reconfirmaron a Martín Guzmán en diciembre es que las revisiones trimestrales del eventual acuerdo serían estrictamente técnicas y vinculantes, lo cual implica que cada desembolso para cubrir cada cuota de la deuda que dejó Macri estaría condicionado al cumplimiento de las metas del trimestre anterior. La evaluación de ese cumplimiento, además, estaría 100% en manos del staff, sin salvaguarda política alguna ni intervención formal del Directorio.

Aunque puede parecer un tecnicismo se trata de una decisión con profundas consecuencias políticas. Primero porque el sueño del FMI Fratelli Tutti de Kristalina Georgieva se hizo añicos contra el escándalo por favoritismo en un antiguo ranking del Banco Mundial que estuvo a punto de eyectarla a mediados del año pasado. Ahora su staff, con Gita Gopinath y el halcón brasileño Ilan Goldfajn a la cabeza y con el británico Ben Kelmanson encargado del caso argentino, es mucho más hostil.

Segundo, porque Fernández y Guzmán habían convencido al resto del FdT de firmar un acuerdo imposible de cumplir con el argumento de que las condiciones tampoco serían tan estrictas, al menos durante el período de gracia inicial de cuatro años. Pero al redactar la letra chica quedó claro que el EFF no sería un asiento contable sino un pasaporte al cogobierno con el Fondo hasta el final del mandato.

“Así como está no despeja la incertidumbre, porque nos deja a tiro de default permanente”, admitió ante BAE Negocios uno de los negociadores.

El Presidente lo supo de boca de Guzmán antes del brindis por Año Nuevo y ambos convinieron exponerlo en la conferencia que ofrecieron juntos el 5 de enero ante gobernadores. En el público mejor informado llamó la atención que el ministro mostrara en un gráfico el reparto de las acciones al interior del Fondo, algo que nadie desconoce y cuya exhibición apunta al principal responsable: Estados Unidos.

Fue una manera de denunciar, aunque sea entrelíneas, la negativa actual de la Casa Blanca a intervenir después de haberle ordenado al Fondo en 2018 que le entregara a Macri (aun contra sus estatutos y convenios) los U$S 57.000 millones de aquel préstamo StandBy, un monto tan grande que ni siquiera llegó a desembolsar totalmente.

Pese a las súplicas del canciller Santiago Cafiero, la negativa fue ratificada este martes por Anthony Blinken con la elegancia del Departamento de Estado: “Eso es un asunto del Tesoro”, le dijo. En el Tesoro, el encargado del caso argentino es David Lipton, asesor estrella de Janet Yellen.

Se trata del mismo halcón demócrata que secundaba a Christine Lagarde en el Fondo en 2018 y que ejecutó la orden de Trump de blindar a Macri, aún contra su voluntad. Esta vez, asegura puertas adentro, se ceñirá a las reglas.

Fútil seda china

Esa promiscua relación de dependencia entre el Fondo Monetario y el Tesoro norteamericano no es una novedad para el peronismo ni para el clan Cafiero. El que ahora viajó a pedir clemencia al accionista mayoritario es el nieto del también joven agregado financiero en Washington en 1949, Antonio Cafiero, quien le recomendó al mismísimo Juan Perón que no se asociara al Fondo en una carta que le remitió el 25 de julio de ese año.

El canciller, sin embargo, no fue quien trazó la estrategia de negociación con el FMI sobre el supuesto de la colaboración estadounidense que finalmente no llegó. Ahí todas las miradas en el oficialismo apuntan a otro hombre, tan silente como influyente en la intimidad de Olivos y tan “imperturbablemente pro-norteamericano” como se autodefinió Amado Boudou aquella vez en la Embajada, según deschavó Wikileaks: Gustavo Béliz.

El secretario de Asuntos Estratégicos siempre dio por hecho el apoyo de la Casa Blanca. Incluso antes de que Joe Biden desbancara a Trump, que fue cuando Sergio Massa sumó su propio entusiasmo americanófilo. La tesis de que Washington evitaría a toda costa una crisis en el corazón del Cono Sur se probó demasiado optimista.

La pregunta que se hace ahora el establishment es si, ante el endurecimiento de las contrapartes, el Gobierno está recalculando su rumbo hacia una posición más defensiva, si solo tensa la cuerda para negociar mejor o si se prepara para afrontar las consecuencias económicas de un impago al FMI, que -más allá del terrorismo mediático- no están del todo claras. La perplejidad que cunde se refleja en la disparada de los dólares paralelos de esta semana.

Súbitamente, también sobre las Fiestas, Fernández decidió aceptar invitaciones que podría haber ignorado sin grandes costos para volar en 10 días a Moscú y a Beijing, justo en el pico de tensión de ambas potencias emergentes con Estados Unidos. En Rusia aterrizará justo mientras se llena de soldados la frontera con Ucrania. En China planea asistir a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, que Biden llamó abiertamente a boicotear.

Ninguno de esos dos gobiernos ofreció dinero para cubrir el vencimiento impagable de marzo y sería ingenuo creer que se puede improvisar una salida así en menos de dos meses, con la parsimonia que caracteriza especialmente a la diplomacia china. Pero el gesto apunta a mostrar que Argentina no solo tiene un aliado. La pregunta es si no es tarde para esto también.

A favor de Fernández juega el hecho de que la política regional también navega otras aguas que en diciembre de 2019, cuando asumió. Luis Arce, Gabriel Boric y Pedro Castillo no presidían Bolivia, Chile y Perú respectivamente. Gustavo Petro y Lula tampoco estaban a punto de ganar en Colombia y en Brasil, como ahora. ¿Será por eso que Guzmán se animó advertir que el FMI puede “perder legitimidad” si no llega a un acuerdo, como lo hizo el mismo martes en un reportaje con AFP, justo antes de reunirse otra vez con Cristina Kirchner?

Son conversaciones demasiado herméticas como para tener certezas. Pero que la Casa Blanca teme y combate cualquier intervención de Beinjing en las finanzas de terceros países es un dato que ayer ratificó Anne Krueger, la dama de hierro del FMI en la crisis que hundió a la Argentina hace 20 años.

En una columna de opinión titulada “la futilidad de los alivios de deuda sin condiciones”, la antigua subdirectora gerente (designada por Estados Unidos) escribió: “Incluso si los chinos le brindan apoyo financiero, la economía de Sri Lanka no funcionará normalmente hasta que sus líderes hayan afrontado sus problemas macroeconómicos e introducido medidas para aliviar la carga de la deuda. En Sri Lanka y otros países que enfrentan crisis similares, la situación exige una combinación de ajustes en la política económica, una reestructuración de la deuda y préstamos suficientes para sostener las importaciones”. Toda una advertencia para otros que levanten la vista hacia el sol naciente.

Defolteadores impensados

En ese mar de incertidumbre, tampoco está claro qué le conviene a Wall Street. ¿Y si Larry Fink, el CEO del fondo BlackRock que quería ser secretario del Tesoro con Biden y que vetó el ala izquierda demócrata, tampoco quiere un acuerdo entre Argentina y el FMI? Al igual que otros acreedores privados, BlackRock sufrió la caída del precio de los bonos argentinos desde la reestructuración que cerró Guzmán en 2020.

¿Qué pasaría ahora si el acuerdo con el FMI se demora? Los bonos caerían aún mas. Buena ocasión para comprar más a la espera del eventual rebote, como hace cualquier inversor avezado (y con espaldas suficientes, claro) ante el desplome de un activo en el que ya invirtió mucho.

Esa alquimia financiera dependerá del ciclo político y de cómo se ordenen las internas en el oficialismo y en la oposición. En Juntos por el Cambio, aunque lograron redactar un comunicado conjunto sobre la negociación con el FMI, la pelea es sin cuartel. Y es entre los más entusiastas financistas de la candidatura de Macri donde Horacio Rodríguez Larreta cosecha sus mejores apoyos. A esos mecenas del círculo rojo, escaldados con figuras como Mario Quintana y Guillermo Dietrich, los recluta para el larretismo desde la primavera el repatriado operador cordobés Edgardo Cenzón.

A ellos también les importa el precio de los bonos. Para que sea negocio auspiciar una campaña presidencial, algo del país tiene que quedar en pie.