Violencia

La violencia gana legitimidad y escala. Es Patricia Bullrich que amenaza con “romperle la cara” a Felipe Miguel, jefe de gabinete de Horacio Rodríguez Larreta. Es la policía bonaerense, hoy al mando Sergio Berni, que mata por la espalda a un laburante, entre tantos. Es un untraderechista que pide matar a Cristina Fernández de Kirchner y no pasa nada, o pasa poco. Son “Las Mabeles” que ponen en sus redes y estados WhatsApp “hay que matarla”.

Por Irina Hauser

A “Las Mabeles” las reclutan dirigentes de derecha variopintos en la provincia de Buenos Aires con la excusa de enseñarles oficios y llevarlas por el país (con alguna pancarta odiante, obvio). En rigor, las reclutan en todas partes, también en Recoleta, por caso.

Para el dirigente violento de la guillotina que pedía matar a CFK, a Máximo Kirchner y al Presidente en charlas públicas y que mintió en la indagatoria, salir de la cárcel no es puerta giratoria (y aclaro que me autopercibo garantista), aunque aún ni siquiera fue analizada la prueba.

El fusilamiento de Esteban Bellido en La Matanza, por el que hay once policías detenidos, ocurre mientras se juzga con 28 años de tardanza a ocho policías x la Masacre de Wilde.

Es un tiro a centímetros de la cara de la vicepresidenta que no sale de causalidad, pero para la Sala I de la Cámara Federal de Comodoro Py, ya bautizada “sala M”, es un tema de unos descarriados sueltos y mejor que quede así, que los manden a juicio oral y listo, sin investigar terminales políticas y financiera. Para la Sala M, Mauricio Macri no cometió delito al espiar a familiares del ARA San Juan. Y para dos de los jueces los espías de esos tiempos eran cuentapropistas.

Dos miembros de este tribunal, Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, siguen ahí pese a haber sido nombrados a dedo por el gobierno de Cambiemos y a pesar que la Corte Suprema falló que no se pueden quedar para siempre. Pero la oposición traba las designaciones de sus reemplazantes, para que sigan haciendo lo que ya hacen.

El Poder Judicial (donde siempre hay alguna excepción) alimenta formas diversas de la violencia. No sólo por cierta posición ante los emergentes grupos neonazis, cuyo papel elude, sino también en otros terrenos que van desde la persecución a comunidades originarias y dirigentes sociales, hasta la demora de diez años en los juicios laborales, ignorar (o invertir en su sentido) denuncias por violencia de género, detener alguien con un porro, o a perejiles o tramitar demandas contra familias que piden mejor educación. Y así podemos seguir.

Es noviembre de 2022. En Garín desde adentro de un container de basura sale una niña de 8 años en el día de más calor de la semana. Solo pide una muñeca. Su familia no sabe que existe un refuerzo alimentario. No sé enteró. A otra familia una empleada municipal la echa de ahí: “Vayan a pedir a Malvinas Argentinas”.

Así, entre la política, la (in)justicia y ciertos medios, se cocina la peor violencia.