Hacia un imperdonable País de Nomeacuerdo

Una pregunta flota en la mesa de trabajo del cronista: ¿Cuánto tiempo más las dirigencias porteñas y sus lacayos en provincias seguirán pagando deudas ilegítimas con el hambre popular?. No hay respuesta fácil, ni sencilla, y menos cuando sólo faltan tres semanas para los primeros comicios eliminatorios de este turno histórico, llamados PASO.

Por Mempo Giardinelli

Tampoco hay aglomeración de nuevas ideas –más bien hay carencia de ellas­– y sobre todo impera la tenaz distracción que proponen la telebasura y los viejos pasquines, ebrios de mentiras e invenciones para engañar ­–hay que reconocer que con éxito– a un pueblo que desespera buscando un mejor destino inencontrable.

Como Pinocho en el célebre cuento de Collodi, podría decirse que ese pueblo seguirá buscando su destino infortunadamente, cual necio irremediable, repitiendo una y otra vez sus yerros. Que así es la política, como suele decirse y creerse.

Lo cierto es que en tal panorama, pletórico de fulería, fastidios y argumentos truchos, ese pueblo acaso no advierta lo elemental: que para mejorar su vida simplemente le bastaría con recuperar el río Paraná – hoy internacionalizado – en borrachos de poder y dólares mientras el soberano, el verdadero y sufriente, apenas la mira, falseada, por TV.

Es tan sencilla la solución que solamente con lo que hay que tener y tanto falta, cualquier futuro presidente con la decencia y decisión bien puestos resolvería rápida y eficazmente la cuestión. Pero es evidente que no hay tal, y si acaso alguno, está textualmente limitado. Porque bastaría con abrir de una vez el Canal Magdalena para reinstalar a esta república con potencia y soberanía en el Atlántico Sur. Y para ello, en el camino de la gran recuperación de este país sólo hacen falta patriotismo y coraje. Cualidades que aquí y ahora son exóticas, como encontrar un diamante en un salitral.

Mientras tanto lo que se ve cada día más claro – y sobrevuela en el oscuro cielo electorero – es la idea indiscutible, neoliberal e imperante, de que el rol futuro de la República Argentina en el mundo ya fue determinado en otras latitudes y aquí está siendo operado por cipayos locales todo terreno, dedicados a un clarísimo objetivo ya en aplicación y que no es otro que impedir definitivamente el desarrollo autónomo de esta república. Y proceso que inició y consolidó hace 7 décadas Juan Domingo Perón, cuyo mejor legado fue la equidad social y la plena Soberanía Nacional sobre bienes y decisiones.

Por eso lo apoyaron siempre los sectores populares, esa voluminosa y virtuosa conjunción de voluntades llamada “gran masa del pueblo” que hizo la felicidad de millones de seres y familias que durante años tuvieron trabajo, educación, salud, vacaciones, dignidad, alegrías y orgullo de vivir en el país feraz en que vivían.

Pero esa extraordinaria nación jamás fue aceptada por clases medias urbanas y tilingas que, en alarde de estupidez colectiva, se dispararon simbólicas balas en los pies creyendo que eran lo que no eran y aceptando – cuando no apelando a – repudiables acciones criminales colectivas.

Todo eso es lo que hoy, tecnologías y engañosas publicidades mediante, facilita abusar de un pueblo confundido y desesperado al que ahora se incita a votar una vez más a sus verdugos.

Lo cierto es que hoy la Argentina ha perdido la dimensión de su independencia y a este paso el 25 de Mayo, y el 9 de Julio, serán fechas mentirosas. Para que sólo descorchen champán los hipócritas nuevos dueños del país, brindando con ladrones y estafadores como los que endeudaron al país desde la administración macrista 2015-2019 junto a banqueros, latifundistas y “exportadores” que no pagan impuestos.

Ahora que vamos a ser sujetos de “controles” y del redireccionamiento infame de los últimos restos de política soberana, nos dirán que no a las industrias y a las políticas igualitarias; nos dirán que basta de educación pública y desarrollo industrial exportador; y nos impondrán el silencio a palos cuando veamos (como ya se ve pero los medios tapan y los ilusos niegan) que se llevan nuestro petróleo y nuestros minerales, y en cambio nos dejan agua contaminada y tierras exhaustas.

Por el complejo hídrico Paraná-Paraguay sale al mundo el 80% de las supuestas exportaciones argentinas. Y sí, supuestas, porque en realidad no son nuestras sino de un puñado de compañías extranjeras. Hoy el comercio exterior argentino es un incontrolado sistema de evasión porque en lo que se exporta se mienten pesajes, se eluden impuestos y los consorcios graníferos siempre zafan de retenciones. Drama que no ven, no quieren ver, casi todas las dirigencias en oferta electoral.

La Argentina es un país que hoy no soportan los poderes planetarios, porque debieron esperar un siglo y pico para que se descompusiera socialmente, se debilitara mediante “préstamos” y “deudas” y se poblara de cipayos. Lo que el capitalismo neoliberal, y en particular la hiperconcentración económica, no perdonarán jamás a la Argentina, y menos al peronismo, es la vocación de desarrollo independiente y autónomo. De donde la Soberanía, la vote quien la vote y sean muchos o poquitos, no será perdonada a menos que el pueblo argentino se plante algún día, convencido y decidido.

Así y bien o mal, por ahora en esta disputa se cifrará el futuro de la Patria. Y una vez más con vientos en contra, porque mientras el proceso electoral se ensucia con candidaturas como la del gobernador jujeño –posible vicepresidente durante el cuatrienio feroz que nos espera–, el emblema histórico y presente de la Soberanía Nacional –el Paraná– seguirá sometido a decretos engañosos y confusos prohijados desde la Casa Rosada y ministerios sobrados de cipayos.

Y así, sin Canal Magdalena, agarrate Catalina y agárrense compatriotas porque sin salida de navegación soberana hacia el Atlántico y el mundo, esta república que fue riquísima y hoy es un pueblo agonizante y hambreado, seguirá cautiva de un canal uruguayo que manejan capitales multinacionales.

Por eso de postre, y como fin de texto, tomen nota los lectores de que la apertura de sobres con ofertas para la obra del Canal Magdalena, que estaba prevista para este 31 de julio, acaba de ser postergada hasta el 17 de agosto, o sea una semana después de las PASO.

Lo que ratifica la idea de que sólo recuperando soberanía en el intercambio con todo el mundo se producirá el gran paso hacia la reactivación de nuestra industria naval, otrora de enorme significación económica y orgullo de esta nación.

Para quienes reclamamos incesantemente que se concrete de una vez esta obra necesaria y tantas veces demorada, el dragado del Magdalena y la recuperación del Paraná son decisiones imprescindibles para que la Argentina recupere la soberanía estratégica sobre su comercio exterior, sin depender nunca más de un puerto plurinacional instalado en Montevideo y controlado por gigantes multinacionales.

El buen motivo democrático que siempre es votar, esta vez parece ir a contramano de toda encuesta seria – es un decir, si acaso existe -, porque casi todas han sido hasta ahora sectarias y más interesadas en contrariar que orientar, y promover antes que informar. Esta columna bien lo sabe.